La carta número quince, El Diablo, está inspirada en ilustraciones del siglo XVIII que representan a este ser, que cuenta con un cuerpo humano hermafrodita, con características animales especialmente en su rostro y orejas. El color rojizo de su cuerpo evoca el significado religioso y la representación popular del diablo, asociado con la sangre y el fuego del inframundo. La figura está sentada, sosteniendo una antorcha con el brazo izquierdo, simbolizando la oscuridad del lugar donde habita. La llama de la antorcha, elevándose hacia abajo, indica que no están en la superficie, sino en el reino del diablo. Esta carta representa tentaciones, adicciones, control y oscuridad. Los dos personajes que acompañan al diablo están encadenados al asiento, sin posibilidad de escape. Debajo de ellos, surge una gran grieta en el suelo, que refleja la superstición de que pisar una grieta trae mala suerte. El hombre advierte a la mujer sobre esto, y ella se sorprende debido a la mala fama asociada con esa creencia.

Esta superstición se originó en el folklore europeo y afroamericano, donde las grietas simbolizaban la apertura entre dos mundos: el humano y otro que podía ser el mundo espiritual o el inframundo. Por esta razón, caminar, pisar o pararse sobre una grieta se consideraba un presagio de mala suerte que podía derivar en enfermedades para la persona o sus familiares.