El Emperador, representado por la carta número cuatro, muestra a un rey de la época posando frente a un espejo, cuya postura recuerda a las pinturas de majestades reconocidas. En este caso, en lugar de ser una pintura, el emperador se encuentra frente a un espejo que se ha roto por accidente. Esta carta simboliza la figura paterna, la masculinidad y transmite seguridad, además de autoridad, estabilidad y estructura. Sin embargo, debido a la superstición asociada, al igual que ocurre con la carta de La Emperatriz, pasa de tener un significado positivo a uno negativo. Romper un espejo se considera que trae siete años de mala suerte para la persona culpable.

Esta superstición tiene sus raíces en Venecia a finales del siglo XVI. En esa época, la fabricación de espejos de alta calidad se popularizó y su precio se volvió elevado. Debido a su elevado precio, las clases altas advertían a los sirvientes y personal de limpieza sobre la fragilidad y valor de estos espejos. Romper uno significaba trabajar durante años sin recibir salario. Esta advertencia se difundió y con el tiempo se asoció con la mala suerte, dando lugar a la creencia de los siete años de mala suerte tras romper un espejo.